miércoles, 15 de julio de 2015

Historiadores, pedagogos y libros de texto: su contribución a la educación del mexicano. Roberto Gómez Navarrete. 3 de julio de 2015. Jiquipilco, Méx.



Tengo el honor de comentar una obra diversificada en cuanto a la docencia y a la historia, así como las excelsas biografías de seres pensantes que con inspiración y esfuerzo les llevaron a construir la memoria del México en la historia. Hombres y mujeres que con su talento nos dieron a entender la evolución de nuestra cultura, así como hacer patente el concepto de nacionalidad.
No hay que desconocer que nuestra intelectualidad mexicana tuvo como artífices a los enciclopedistas europeos, los que ya vivían en el siglo de las luces, dejando atrás los umbrales de la Edad media. Y su expansión cultural llegaba a la América Latina conquistada, tales eran la causa y razón de nuestro mestizaje.
A la cultura donde se recreaba el prehispánico, vendría la conquista de los hispanos. Nuestro México, se denominaría la Nueva España, y durante tres siglos de dominación, nuestra civilización étnica desaparecía ante el empuje de los conquistadores, nuestros nuevos dueños.
Vendría la lucha por la Independencia, la cual se vio consolidada en 1821, Para entonces teníamos libertad y no obstante ello, el nuevo país libre y sin cadenas seguía viviendo sin rumbo para darle sustento a la nación. Era necesario pues, armonizar la cultura, encontrar valores humanos que dictaran la ruta de una libertad que prácticamente no tenía sentido, dado que la preocupación de nuestros próceres independientes iban exclusivamente a la conquista del poder.
En ese devenir histórico a imitación de la realeza europea, tendríamos un imperio, el de Iturbide; también a un caudillo menesteroso como fue Antonio López de Santa Ana. La inteligencia de los mexicanos en materia de cultura seguía viviendo en las sombras, a pesar de los mandamientos educativos de la Constitución de Cádiz, la expansión de la cultura seguía siendo precaria.
Surgiría la conciencia histórica con Valentín Gómez Farías, quien implantaría la escuela lancasteriana, importada de Inglaterra. Posterior a la caída Antonio López de Santa Ana, dada por la revolución de Ayutla, inspirada por el liberal Juan Álvarez, surgirían los verdaderos educadores, la mayoría liberales teniendo frente a ellos a las fracciones conservadoras, que pugnaban por el beneficio económico a los eclesiales y con oposición a la educación laica.
El tema desarrollado por los autores remite al siglo XIX, buena parte en transición histórica del siglo XIX al XX. Debo decir que los verdaderos maestros, los preocupados por abrillantar conciencias, tiene raíces profundas como los árboles, ya que en sus raíces se encuentran los motivos de su mística y devoción por el servicio social; mientras que el follaje exuberante ofrece a sus educandos la oxigenación benéfica que hace posible renacer a la inteligencia misma, la misma inteligencia que les servirá para entender, comprender y asimilar las luces de saberes ignorados. Ya que la enseñanza no es otra cosa que cambiar la oscuridad por la luz.
Es así como estos maestros dueños de su obra -en este libro- se ha referido a la trascendencia, a las huellas que a pesar de los años transcurridos tienen vigencia con sus disciplinas que han sido sustento de la educación modernizadora de que hemos sido beneficiarios.
Un libro de singular relevancia, gracias al esfuerzo y dedicación de sus autores e investigadores, los cuales han escarbado el pasado de mexicanos ilustres, que entregaron a nuestro México las primicias de sus pensamientos hechos mística, reflejada en la historia y la cultura.
En esta obra reconocemos al paladín de la educación y la cultura Justo Sierra Méndez, heredero del pasado histórico que aún se estudia en el presente. El primero en escribir la Historia de México en forma imparcial y sin sectarismo, más liberal que conservador, alimentado ideológicamente por los enciclopedistas europeos. Idealista, un liberal moderado, buscador constante de la conciencia nacional a través de la educación.
No menos importante Antonio García  Cubas, el cartógrafo de México, antes de él no se hacía mención del territorio que teníamos. Es el primer geógrafo mexicano, autor de la llamada “Carta general de la República”, sin su obra no tendría límites nuestro territorio, y por lo tanto, se desconocería hasta donde llegaba nuestra nacionalidad.
Hombre de circunstancias especiales fue Enrique Laubscher, un emigrado llegado a Veracruz y radicado en Santiago Tuxtla, fue en un tiempo acompañado en la didáctica por otro alemán,  Federico Fröbel, así como después por el suizo Enrique Rebsamen, a quienes se les puede calificar como los extranjeros románticos que se interesaron con fervor y entusiasmo por la enseñanza de los mexicanos. Laubscher creador en los Tuxtlas de una escuela modelo, y de la enseñanza objetiva, cuyo contexto era “escribe y lee”. Posteriormente el fundador de primera Escuela Normal habida en el país y establecida en el estado de Veracruz.
En tanto que Fröbel creador de los Jardines de niños, y Rebsamen por ese mérito fue socio de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, todos ellos hombres comprometidos con la sociedad, compartiendo sueños e inquietudes.
El encuentro en esta narrativa con el guanajuatense José Rosas Moreno, hombre de ideas liberales, cuya obra esencial se concentra las reglas de la urbanidad. Y tal vez supo del criterio de Hartley en el siglo XVIII, quien destacaría que la “formación del niño y la voluntariedad, se debía de adquirir desde la niñez, fundamentalmente para enseñarles a aquellos niños no  sólo la disciplina de la urbanidad sino también un papel importante en la actitud mental. Rosas Moreno exalta la urbanidad, la institución de las buenas maneras y las costumbres apegadas a la moral. Para entonces en el siglo XX había nacido la sociología y la psicología. Rosas Moreno por esa actitud hacia la infancia fue llamado el “poeta de los niños”.
A quien hoy se rescata de las rendijas del tiempo es a Ezequiel A. Chávez, el hidrocálido quien no sólo fue admirador sino vinculado a la filosofía de Herbert Spencer, en los dictados y principios de la moral. Fue considerado el primer psicólogo del país, contemporáneo y amigo de Amado Nervo, Enrique González Martínez, Ignacio Manuel Altamirano. A Pesar de su acendrado catolicismo fue místico, nunca fanático, ese fue Ezequiel Adeodato Chávez.
En esta obra llena de sorpresas históricas se encuentra el colimense Gregorio Torres Quintero, educador y pedagogo por nacimiento, quien alejado del positivismo impuesto por Gabino Barreda, se inclinaría por el liberalismo de Ignacio Manuel Altamirano. En su ánimo la educación de los indígenas, así como la educación de la mujer y también de los minusválidos, pensó en la obligatoriedad de la educación popular y la destrucción del predominio eclesiástico en la educación. Torres Quintero un educador emblemático, seguidor de la filosofía de Justo Sierra, colaborador de José Vasconcelos, creador del sistema onomatopéyico, del cual nos nutrimos los de nuestra generación, donde las letras se aprendían de acuerdo al sonido y no por su nombre. El fonetismo de Torres Quintero criticado en su tiempo tuvo éxitos inconcebibles.
Luis Chávez Orozco no podía omitirse, menos su labor educativa del sistema socialista, cuya misión fue darle vida y derechos al indigenismo, no sólo del país sino de toda la América Latina. Chávez, Orozco, fervoroso luchador por los procesos históricos y económicos, así como le dio fortaleza a la educación histórica e influyó en la formación de maestros en historia. Chávez, un seguidor ferviente de la educación socialista, sus ideales lo llevaron a crear el Instituto Nacional Indigenista. La obra de Chávez Orozco como escritor y humanista nunca será relegada al silencio de la historia.
El texto exhibe a la historiadora Josefina Zoraida Vázquez, una viajera en la búsqueda del conocimiento, intelectual incansable e historiadora desde su nacimiento, destacándose como participante en la elaboración de los libros de texto al igual que Enrique Florescano. El interés de Josefina Zoraida va en dirección de escribir la historia, así como dedicar su vida, su existencia misma dedicada a la investigación y a la docencia.
Su aceptación espiritual fue hacia lo que es México y lo mexicano, crítica el tiempo pasado, cuando México aún no afirmaba su nacionalidad, lamentaría las confrontaciones ideológicas entre liberales y conservadores, sin un pensamiento de identidad que uniera a los mexicanos para lograr su progreso. Es así como lo expresó: que el conocimiento del pasado sirve para explicar el presente. Josefina Zoraida dueña de sus sueños y objetivos cumplió con los deberes históricos.
Pablo Escalante Gonzalbo es intelectual del siglo veinte, observa las fases del neoliberalismo, contempla los cambios emitidos por la era industrial, las migraciones campo-ciudad, la pobreza y la marginación, así como las supremacías de los partidos políticos. Escalante Gonzalbo, profesor y filósofo, autor de su obra e ideología educación en el México antiguo. Amante de la justicia y del humanismo, enemigo de la inequidad y del autoritarismo.
El que refiriéndose a las frases del pintor Rufino Tamayo decía que el triunfo de los campesinos en México sólo se observaba en los murales, muy distante de la justicia merecida. Un creyente de la enseñanza, ya que como decía Lucas Alamán “sin instrucción no hay libertad”, y recuerda que la perfección del individuo conduce a la libertad, dicho por José María Luis Mora, el iniciador del liberalismo mexicano. Pablo Escalante Gonzalbo dirime el presente sin apartarse del pasado.
Por último a nuestra narrativa exhibe a Enrique Florescano Mayet, considerado el prodigio de la escritura de nuestro tiempo, para poder entenderlo a cabalidad sería preciso el estudio previo de la historiografía nacional y mundial bajo los rubros de sus conocimientos sobre antropología, la psicología, la economía, la sociología, la ciencia política, o sea la verdadera historiografía y de esa forma estudiar la historia bajo un criterio científico, y desde luego entender a cabalidad el socialismo científico.
Un escritor que ha venido a destruir mitos y leyendas para ubicarse plenamente en la publicación de su obra máxima: “Atlas de la historia de México”, como una herramienta para forjar en la población una visión espacial y territorial de todos los procesos históricos políticos, económicos, sociales y culturales ocurridos en el país a lo largo de su historia. Este Atlas servirá para la enseñanza de la historia nacional en todos los niveles del sistema educativo. También para entender la identidad de todas las regiones o para descubrir la desarticulación  mítica se aquellos que han renunciado a la auténtica historiografía cuya base científica es la verdad misma. Hemos de enorgullecernos los mexicanos de tener en México a intelectuales esclarecidos de la época moderna y civilizada.

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