sábado, 25 de junio de 2016

Participación en la reunión de Amecrom A.C.en la ciudad heroica de Tenango de Arista.


Día soleado donde Unión Cívica Jiquipilco participó en la reunión de junio de los cronistas municipales que integran la Asociación mexiquense de cronistas municipales AMECROM A.C., la cita es en la ciudad de Tenango de Arista en el municipio de Tenango del Valle.
El Cronista de Tenango del Valle Federico García García; el presidente de la Amecrom Edmundo Roa; el presidente de Unión Cívica Roberto Gómez Navarrete y el ponente Alfonso Sánchez Arteche.















Tenango de Arista es una ciudad incluida en la lista de ciudades heroicas de México. 'heroica' calificativo dado en primera instancia por la defensa que hicieron los insurgentes de la plaza en la guerra de Independencia; y por el sacrificio de cien insurgentes a las órdenes de José María Oviedo, quien derrota a los realistas comandados por Porlier, quien más tarde los aprehende y ordena su muerte:
...el 17 y 18 de octubre de 1811.
 La batalla se iba ganando a favor de los insurgentes, desde el cerro del Calvario casi se toma la plaza. Pero la presencia de refuerzos del ejército realista echó abajo los avances insurgentes. En pocas horas de batalla quedaron hechos prisioneros los combatientes del pueblo de Tenango y alrededores.

miércoles, 15 de junio de 2016

El mérito como virtud.

Roberto Gómez Navarrete.

En el ámbito social el mérito como valor fundamentalmente humano se convierte regularmente en una paradoja, debido a que el halago, la lisonja y las carantoñas ofrecidas se hunden en el mar de las simulaciones. Ya que los méritos otorgados a cualquier personaje por muy poderoso que sea, deben tener la coincidencia tanto de los valores humanos como de su labor incansable, amalgamada en tenacidad, esfuerzos, entrega y nobleza creativa ofertada a la sociedad.

Nunca más se debería premiar al mérito de quienes han navegado en la mediocridad, los cuales han sido nutridos por el ocio, la casualidad y cuyas acciones irrelevantes no son dignas de ningún ejemplo, tampoco de alabanzas y justificaciones.

Sin embargo, en nuestro medio priva aún la audacia, el oportunismo así como el vil servilismo que gratifica las virtudes inexistentes, principalmente a los actores del poder; y aún más, cuando el poder -político o económico- se trastoca en una aberración social que indigna y debe reprobarse como un desfase de la conducta humana.

Es así, que al vincular méritos, al otorgarlos a los poderosos, priva en esencia tanto la adulación como la razón misma de los intereses para obtener canonjías y beneficios. Ya lo decía el filósofo Cicerón. “Que donde entraba el interés se terminaba la honradez y la calidez humanitaria, y que la lisonja pervertía a la moral pública muy frecuentemente entre los políticos.” A los mismos que cínicamente les ofrecen muestras de afecto y calor amistoso; una prebenda de “simpatía simulada”, la misma que desaparecerá cunado el poder no exista.

En el mismo caso, tanto la figurada amistad o bien la empatía exaltada se volcaran en el olvido o tal vez en el repudio. El filósofo José Ingenieros afirmaría al respecto al valor negativo de la adulación: “La adulación se convierte en injusticia, en engaño, es despreciable aun cuando el Adulón lo hace por benevolencia o bien por el deseo de agradar a cualquier precio al poderoso”.

Es por ello que halagar a los ignorantes, acomodaticios y serviles es tanto como desconocer el esfuerzo de aquellos que se han entregado a la sabiduría implementada en el tiempo, de los largos tiempos, y no de un día para otro, como así sucede en nuestro medio.

De acuerdo a las expresiones de José Ingenieros podemos afirmar que en el mundo existen seres humanos que a pesar de vivir en el anonimato en los tiempos, y en el silencio mismo, son dueños de méritos donde brilla la dignidad histórica; ahí es donde existen valores lejos de la medianía, apartados de la domesticidad y cercanos a la virtud y el mérito singular.

De tal forma que los méritos verdaderos existen en el seno fraterno donde privan las luces inmarcesibles de la verdad. Ya que el mérito absoluto y de carácter humanitario posee su orgullo y su pudor, así como la castidad. Tal calidad moral está ausente y minimiza a los “grandes hombres” aquellos que gozan escuchando las alabanzas que bien saben no merecer... Concluimos con Marco Tulio Cicerón: “El hombre debe de acreditar todos sus actos y sus méritos como la fuente, la expresión de la juventud eterna”. 

domingo, 12 de junio de 2016

La fraternidad Ordoñez & Ordoñez.


Roberto Gómez Navarrete.

Evocar el pasado para hacerlo presente, surgiría en aquel encuentro-convivencia en San José del Sitio de Jiquipilco, precisamente el 14 de mayo del 2016, un cumplido histórico, a favor de mis ascendientes Ordoñez, por el lado materno. Una celebración espiritual inédita, propiciada gracias al empeño y esfuerzo de José Luis Ordoñez Domínguez. Descendiente directo de los primeros Ordoñez; los cuales llegarían de España a México en el siglo XIX, precisamente en el año de 1862, época en que nuestro país enfrentaba a los franceses invasores en la ciudad de Puebla y donde el general Ignacio Zaragoza alcanzaba la gloria en la derrota infringida al general Lorences, máximo exponente del ejército francés el 5 de mayo del mismo año de 1862.
Aquellos Ordoñez, a partir de ese año se dispersarían tanto en el Estado de México como en Querétaro, al final, se ubicarían en Jiquipilco como en San Bartolo Morelos, fundamentalmente en San Lorenzo Malacota. Los originales Ordoñez de esta manera formarían una inmensa familia, y cuyos herederos serían los interlocutores de esta memorable celebración, donde se renovaban afectos, recuerdos, nostalgias e identidades, además las reminiscencias abrillantadas a pesar de tiempos remotos.
En aquella reunión de felicidades remozadas, a mi mente vendría mi relación con los Ordoñez y con el pueblo de San Lorenzo Malacota. Un pueblo que miraba en la lejanía desde las montañas de Huemetla en los Reyes Jocotitlan, ahí donde oficiaba como Pasante Médico en Servicio Social. Aquí, la venturosa narración:
José Luis Ordoñez , Eulalia Ordoñez, Dante Ordoñez y Roberto Gómez Navarrete.
Era a finales del mes de junio de aquel año mi trabajo médico terminaba en el pueblo de Los Reyes; ahí vendría para mí un interrogante: ¿Por qué pensar en Malacota recargado en los cerros y bosques junto al sitial peñascoso de la Bufa? ¿Empatía, curiosidad? Tal vez... la decisión fue conocer de cerca San Lorenzo. Por aquellos días, acompañado de la gentil enfermera Petra Gil Garduño, emprenderíamos la caminata desconociendo los caminos y brechas. No obstante las penurias pude llegar estacionando mi auto frente a la escuela del pueblo. De ahí salía mucha gente, siendo reconocido por la profesora Aurelia Becerril, paisana mía de Jiquipilco.

sábado, 11 de junio de 2016

El mérito como virtud.

Por: Roberto Gómez Navarrete.

En el ámbito social el mérito como valor fundamentalmente humano se convierte regularmente en una paradoja, debido a que el halago, la lisonja y las carantoñas ofrecidas se hunden en el mar de las simulaciones. Ya que los méritos otorgados a cualquier personaje por muy poderoso que sea, deben tener la coincidencia tanto de los valores humanos como de su labor incansable, amalgamada en tenacidad, esfuerzos, entrega y nobleza creativa ofertada a la sociedad.

Nunca más se debería premiar al mérito de quienes han navegado en la mediocridad, los cuales han sido nutridos por el ocio, la casualidad y cuyas acciones irrelevantes no son dignas de ningún ejemplo, tampoco de alabanzas y justificaciones.

Sin embargo, en nuestro medio priva aún la audacia, el oportunismo así como el vil servilismo que gratifica las virtudes inexistentes, principalmente a los actores del poder; y aún más, cuando el poder -político o económico- se trastoca en una aberración social que indigna y debe reprobarse como un desfase de la conducta humana.

El laurel como emblema del reconocimiento del mérito.

¡Oh laurel divino, de alma inaccesible,
siempre silencioso,
lleno de nobleza!
¡Vierte en mis oídos tu historia divina,
tu sabiduría profunda y sincera!

¡Árbol que produces frutos de silencio,
maestro de besos y mago de orquestas,
formado del cuerpo rosado de Dafne
con savia potente de Apolo en tus venas!

¡Oh gran sacerdote del saber antiguo!
¡Oh mudo solemne cerrado a las quejas!
Todos tus hermanos del bosque me hablan;
¡sólo tú, severo, mi canción desprecias!

(Federico Garcia Lorca).



El laurel es un árbol natural de la cuenca mediterránea, donde crece silvestre en muchos lugares. Alrededor del laurel hay toda una cultura, su nombre científico, “laurus nobilis”, que lo califica como noble, hace alusión a la condición que se le asigna a este árbol desde antiguo.

Glifo de Jiquipilco, Méx.

El glifo está compuesto por el símbolo usado para representar un cerro y en su interior la figura de una bolsa de ixtle adornada con los elementos siguientes:

Una ala de ave que significa poder, una lagartija negra que representa al señor de Jiquipilco Tlicuetzpalin (Lagartija Negra) y cañutos de zacate empapados de sangre que eran depositados en el Xiquipilli durante las ceremonias de autosacrificio.

http://www.inafed.gob.mx/work/enciclopedia/EMM15mexico/municipios/15047a.html


Monografía de Jiquipilco, Méx.

La monografía más reciente de Jiquipilco es obra del cronista municipal Lic. en Historia Ricardo Hernández Navarrete, publicada en 1978, ¡hace ya 38 años!

La encuentras en la biblioteca de la Casa de Cultura "Sor Juana Inés de la Cruz" ubicada en la cabecera municipal: Así como en toda la red de bibliotecas del Estado de México, ya que fue editada por el Gobierno estatal  a través del Instituto Mexiquense de Cultura, en la Colección: Programa de Identidad Estatal.


La etimología de la palabra Jiquipilco, proviene del idioma mexicano: Xiquipilli: "€œlugar de costales o de alforjas"€.


Olaguibel traduce: "€œXiquipilco significa ocho mil y se representa por una bolsa, lugar donde se hacen bolsas o costales para el cacao, que servía de moneda"€.
Hacía 1552, los franciscanos que evangelizaron la región, le dieron el nombre cristiano de San Juan de las Huertas, dada la gran variedad de árboles frutales, identificándose actualmente como San Juan Jiquipilco.